Aunque sufrió cambios en su equipamiento mecánico, el Vento se renovó para volver a ubicarse entre los medianos más avanzados.
Por Gonzalo Di Gregorio
Fotos: Omar Rojas
Múltiples diferenciales le habían otorgado al Vento el título de referente del segmento. Su primera generación local -aquella que internacionalmente reemplazaba al Bora y se correspondía con la quinta evolución del Jetta (su nombre en otras naciones)-, logró estar un paso por delante de la competencia gracias a su terminación mexicana (desde allí también se exportaba a Estados Unidos), la opción de asociarlo a la rapidísima DSG de doble embrague y el combo de confort+estabilidad que brindaba su suspensión trasera independiente, cuyo esquema de varios brazos (multilink) se ofrecía de serie.
La explicación es simple: el Vento era un modelo global que debía responder a los estándares de los mercados más exigentes y corrían las épocas donde los medianos compactos sumaban ventas con ímpetu, una tendencia que luego quedó trunca por la demanda de SUV del segmento inferior.
El segundo llegó a nuestro país en 2011. Continuó arribando desde la planta azteca de Puebla, pero en un primer momento prescindió de su particular amortiguación posterior como elemento común (al principio sólo estaba disponible en la GLi, otrora llamada Sportline).
La última renovación del exitoso tricuerpo fue estrenada oficialmente a fines de septiembre, tras casi un mes de preventa, con la sorpresa de que su gama completa sería ofrecida exclusivamente con caja automática (de convertidor de par) y volvería, una vez más, al eje de torsión (a excepción del GLi). ¿A qué responden estos cambios? ¿Implican, necesariamente, un detrimento en las prestaciones?
Diseño
Su develación a principios del 2018 en el Salón de Detroit fue lógica. El nuevo sedán ya no se vende en Europa y por ello estamos frente a la evolución de rasgos más imponentes, tal como exige el gusto estadounidense. Es más grande (llega a los 4.697 milímetros para distanciarse del Virtus, modelo al cual se asemeja mucho), y en su estética símil “coupé de cuatro puertas” reina una voluminosa la parrilla cromada. Ésta sigue el manual de identidad estrenado por VW en el Arteon, junto a un capot largo y curvo.
Atrás se impone el parante C de caída lanzada, que continúa su trazada en el tercer volumen y se consume en un pequeño deflector que imprime deportividad. Lateralmente se aprecia la repetida nervadura de los últimos productos de Wolfsburgo, que acompaña la alta línea de cintura. Las llantas son de 16” en la variante Comfortline y de 17” con boceto “Tornado” en la Highline (versión testeada).
Continúa desde el lunes, en la Parte 2.
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