El restyling del Fit volvió a importarse desde Brasil, con el motor de la evolución previa. Sin embargo mejora notoriamente en seguridad y mantiene sus clásicas virtudes.
Por Gonzalo Di Gregorio
Fotos: Omar Rojas
La tercera generación del chico de Honda demoró su llegada a nuestro territorio. Cuatro años tuvieron que avanzar para que el desarrollo lanzado en 2013 arribe a los concesionarios locales, por motivos más ajenos que propios a la terminal.
De esta manera, el pasado año marcó la vuelta del modelo a la Argentina, con la particularidad de estrenar una nueva procedencia: a pesar de que el Fit III ya se fabricaba en Sumaré (San Pablo, Brasil) como las versiones precedentes, la firma optó por comercializar a su par producido en Celaya (Guanajuato, México).
A poco más de un año de aquel momento, sin embargo, el desembarco de su facelift implicó un replanteo, por lo que el ¿monovolumen? volvió a ingresar desde el país vecino con el impulsor de la evolución previa. En contrapartida, dicha propuesta incorporó seis bolsas de aire y control de estabilidad como equipamiento de serie en la opción EXL, que es la única disponible.
Diseño
Como buen japonés, su restyling es continuista. La silueta apenas presenta cambios en los paragolpes y la parrilla, que ahora se alinea a los últimos rodados bocetados con el concepto Solid Wing Face (CRV, por ejemplo). Dichos detalles crean un todo que se percibe todavía más marcado, dentro de un envase que históricamente coquetea con formas de monovolumen y hatchback. Nuestro veredicto es que el lavado de cara le cayó muy bien, aunque ya se trataba de un coche atractivo y de personalidad propia, una característica que escasea en los productos de hoy en día. Aplausos para Honda.
Interior y equipamiento
Aquí ocurre lo mismo. Quien se suba a un Fit no confundirá su plancha de instrumentos con la de ningún otro. Su disposición de doble altura es distintiva y nos provocó muy buenas sensaciones, aunque puede no ser del agrado de todo mundo.
La consola central da la impresión de estar flotando y reúne, en lo que parece ser una misma pieza, al climatizador digital y la pantalla multimedia. Esta última constituye una de las novedades de la variante MY2019, que a partir de sus siete pulgadas táctiles exhibe al navegador satelital (desconocemos si era configurable, pero en nuestra unidad “cantaba” las distancias en pies), permite seleccionar tres ángulos de visión de la cámara trasera y es compatible con Android Auto y Apple Car Play. Su inserción al aplique negro, así como su display falto de brillo, son mejorables.
El instrumental no tuvo cambios, pero su esquema es digno de destacar. Es de tres círculos y dos relojes (el tercero integra un LCD de fondo azul con datos de a bordo) que facilitan la lectura de información, aunque el vástago que sobresale con violencia para resetear el odómetro es una antigüedad. Por encima del tablero, las toberas nos remiten al ala que hace las veces de logo en su división de motos. En definitiva, se trata de un habitáculo de gran diseño y calidad, aunque construido en un 100×100 con plásticos rústicos y con tapas ciegas a pesar de pertenecer a una alternativa full.
La habitabilidad también merece un párrafo aparte, porque continúa siendo impecable para la categoría. Gracias a las virtudes de una carrocería de formato familiar, atrás se viaja cómodamente. Hay mucho lugar para los miembros inferiores y un piso plano para acomodar los pies con libertad. La distancia al techo sólo molestará a los más altos, siempre y cuando se sienten en la plaza central, que es más elevada. Como si fuera poco, las puertas posteriores se abren casi en 90º y facilitan el acceso.
Continúa en la Parte 2
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